miércoles, 6 de septiembre de 2023

Sobre agosto, cultura y buitres

Agosto se me ha hecho eterno. Me ha pesado especialmente en la cabeza, donde los pensamientos no han parado de burbujear, dejando poco espacio a lecturas y meditaciones. El mar me ha dado alivio, mucho alivio, aunque el engranaje mental ha dado poca tregua a la maquinaria, aun con la cabeza sumergida. A la vuelta a casa, una cita, una carta y una sentencia: inicio de proceso de jubilación por incapacidad permanente. Ahora sí, agosto se eterniza. Agosto devora el calendario e impone el sopor como ley absoluta. Selénico y onírico, se despliega ante mí y presenta su artillería: el insomnio, el sobreanálisis, la ansiedad creadora, el relampagueo en las sienes, el devenir de todo aquello que no haré porque no puedo, porque no llego, porque algo en mi se rompió, mutó, ardió o qué sé yo; porque algo se me atravesó sin saberlo y me apartó del camino que parecía seguro, y la incertidumbre tiene estas cosas...te levanta y te pone a escribir a las seis de la mañana aunque sepa que el esfuerzo extra te va a pasar factura más pronto que tarde en cuanto amanezca el día. 

La vigilia de hoy está amenizada por Vulture culture, un disco de Alan Parsons Project publicado en 1985, que a mí me parece delicioso pese a todo lo que digan los puristas del rock progresivo, sinfónico o como quieran llamarlo, que aquí también abundan las etiquetas (no puedo evitar la seducción del pop en determinados contextos). El inconsciente no da puntada sin hilo y si después de navegar sin rumbo de lista en lista de reproducción me ha detenido en esta sencilla joya, que hace tiempo que no escuchaba, sus razones tendrá. Me miro en el uróboros de la portada y encuentro mi reflejo. La serpiente que se muerde la cola. El agosto que se repetirá cada mes del año. Mi cuerpo enroscándose en busca del sueño que no llega, huyendo de la insoportable monotonía de los pensamientos y las emociones caducas. Y aunque mis ojos logren cerrarse, mis dientes seguirán mordiendo los flecos de la memoria cuando despierte. Y seguiré sintiendo esa punzada de tristeza cuando me cruce con mis antiguos alumnos por la calle y no me reconozcan, continuaré soportando los principios y finales de curso sin agendas a estrenar ni sesiones de evaluación, volveré a sentir el impulso de evitar pasar por esa calle y aceptaré que esa etapa acabó, al igual que todo lo que me aportaba, que era mucho más que una aportación: me construía, al igual que ser mujer, madre, esposa, hija, nieta... No sé cómo explicarlo sin resbalar sobre hipérboles y redundancias, más bien parece que solo puedo narrarlo desde la ausencia y la pérdida, y me entristece tanto que prefiero dejar la reflexión a medias y tratar de echar una cabezada, si es que puedo, que ya es hora. 

Y como no tampoco me convence el fundido en gris con el que finalizo esta entrada, les dejo con buena música y sigo yo también disfrutándola hasta que el uróboros se canse de dar vueltas. 




Nota: El título de esta entrada juega con la traducción literal de Vulture culture, que significa "cultura del buitre". Si quieren saber más sobre esta expresión y su uso en inglés, les invito a leer este interesante artículo: https://www.diariojornada.com.ar/109371/sociedad/la_cultura_del_buitre_vulture_culture